domingo, 20 de enero de 2008

En Córdoba


Ayer volvimos de Córdoba. Hacía dos años que no pisábamos sus calles, ni olíamos los naranjos, ni sonreíamos al escuchar la guitarra del reloj de las Tendillas a en punto.

Ha sido fantástico regresar, ver a la gente, a la familia, los rincones por donde paseábamos imaginando, con cierto miedo, nuestros planes de futuro. Córdoba fue nuestra casa durante un año y nos fuimos de ella sin despedirnos, sin embargo nos ha acogido con toda su luz, con toda su magia. También hemos conocido sitios nuevos, mi padre nos ha enseñado más misterios de los que conocíamos, más rincones, más historias, más instantes inolvidables que enseñar a Gael cuando nazca.

Este viaje también me ha devuelto esa parte de poeta que tengo tan abandonada, por eso, y sin que sirva de precedente, dejo aquí el último poema que he escrito, dedicado, como no, a Gael.
HAGA ÉL
(A Gael)

Haga él su voluntad, y sobre todo
que viva. Que no conozca el dolor
de manos de otro ni en las suyas.
Que sus ojos estén siempre atentos, que
se levante cuando caiga y llore
cuando diga mamá porque entiende
lo que significa.
Que ría siempre, que luche, que
no cometa dos veces los errores.
Que sangre sólo por fuera y poco,
que vaya contracorriente y sepa
escuchar a los sabios.
Que huya de la muerte, que no tenga
miedo a la vida, ni al amor,
ni a las ventanas.
Que reine en sus apellidos y en su nombre,
que no agache la cabeza si no es por buscar
un perdón. Que corra y salte y beba y
vuelva siempre a mis brazos.
Que espere, que sepa esperar a la luz
y a su alma. Que no se precipite,
que la vida, al fin, llega, siempre llega
y se llama Gael.

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