domingo, 14 de febrero de 2010

Después del beso






Os decía que se disfrazó dos veces, una para la guarde y la otra ¡para el abuelo! Fue como un hechizo... Mientras miraba posibles disfraces encontré EL DISFRAZ. Un traje de torero Made in China de color rojo chicle, o sea casi rosa hecho de una tela que yo que sé que qué sé yo. Evidentemente no podía pasar la oportunidad de vestir de torero a mi niño a ir a visitar al abuelo Manolo, maestro del toreo de salón para que, directamente, se le cayese la baba.

Así que como a todo príncipe que se precie le besamos y... se convirtió en novillero.

Aquí está el resultado.

Especial Carnaval






Mi niño, que sobra decir que es la cosita más bonita del mundo, puede llegar a ser aún más lindo si se disfraza. Este año ha tenido doble disfraz porque en la guarde nos pidieron que fuese de personaje de cuento. Los otros niños iban de princesa, de Robin Hood, de duende... Mi niño iba de príncipe encantado o, como lo llaman vulgarmente, de rana. Ahora, estoy segura de que nunca habréis visto a una rana tan preciosa. El problema es que lloró mucho porque cuando vamos a la guarde, él asume que vamos a buscarle y no le hizo ni pizca de gracia que estuviésemos ahí más tiempo del necesario. Pero bueno, la tonelada de chuches que le dieron después subsanaron todo el daño sufrido por nuestra marcha.

Os dejo con este príncipe encantador.

miércoles, 10 de febrero de 2010

Casi dos












Si la literatura universal ha gastado tanto ingenio y páginas en hablar del tiempo no voy a ser yo quien diga algo nuevo u original acerca de él. Pensar que en sólo dos meses cumplirá dos años es algo cuanto menos increíble y me da miedo que el tiempo corra tan deprisa, por si me pierdo algo de él por el camino.
Gael lleva casi todo el mes malito, que si el virus, que si el catarro, que si la gastroenteritis... y me duele que todos esos microscópicos bichitos me quiten tiempo de mi niño, que le arrebaten la sonrisa y el agua mágica de sus ojos. Me fastidia inmensamente no poder disfrutar plenamente de él. Ahora, después de un mes y cuatro horas de reparadora siesta vuelve a reir, a jugar, a bailar... vuelve a ser mi niño y me dan ganas de parar el mundo para evitar que crezca, que le hagan daño, que se vaya de mi lado.

Me gustaría parar el tiempo para quedarnos siempre así, vivos, felices, eternos.