lunes, 31 de diciembre de 2007

El último día del año


Con la última uva daremos la bienvenida al que seguramente sea el año más importante de nuestras vidas. Gael romperá la maldición de los años pares y hará que cambie el significado de todas las cosas. El año que viene todo será distinto. Detrás de cada derrota en el trabajo, de cada día malo, de cada noticia mejorable, de cada desánimo, estará él, su sonrisa, su vida. La próxima navidad será distinta, y el verano, el mar, las nubes. Cambiará el olor de esta casa, las conversaciones, los proyectos...

No alcanzo a imaginar cuánto va a cambiar todo, cómo será el día en que lleguemos a casa, qué harán Nur, Lula y Chimpín, qué haremos nosotros. Nos veo mirándole hora tras hora mientras duerme, mientras mama, arropándole, acunándole cuando llore, sintiéndonos aún más indefensos que él.

Se aproxima un año de tantas primeras veces y cosas que da un poco de vértigo. Comienzo a preguntarme si estaré a la altura de las circunstancias, si sabré reaccionar bien esa primera vez en que llora y no sabes qué le pasa, y la segunda, y la tercera...

Afortunadamente no estaremos solos. Al otro lado de las dudas siempre estarán los amigos, y Merce y Piky, mi padre, Paula, sus otros tíos, la abuela y toda esa gente que le espera y le querrá casi tanto como nosotros.

Sé que echaré de menos a mi madre, mucho más de lo que incluso yo alcanzo a imaginar, pero me enseñó tantas cosas que sólo espero que la memoria me alcance para recordar aunque sea la mitad. Ójala pudiese significar para Gael lo que ella significó para mí.

El tiempo sigue pasando y nos acerca cada hora al milagro. Sé bienvenido, 2008.

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